Muerte, pérdidas y duelo

Acompañamiento e Intervención en el Duelo

La muerte de un ser querido es siempre difícil de sobrellevar –aunque ciertos momentos vitales por acumulación de experiencias, pueden complicar y agravar esa vivencia–. Comprender y asumir todos los sentimientos y pensamientos asociados al dolor por la pérdida es algo muy difícil para todos nosotros. Cambios de humor repentinos, sentir que se ha perdido el control de la vida, tristeza, rabia, confusión, soledad; todo ello forma parte del dolor que conlleva la pérdida y todo ello es normal. La pérdida forma parte de nuestro viaje por la vida y todos pasamos en algún momento por este proceso.

Si intentamos clarificar el significado de las palabras que utilizamos en estos terribles momentos, observaremos que dolor es lo que pensamos y sentimos cuando muere alguien significativo en nuestra vida, el duelo sin embargo, es la expresión de esos sentimientos y pensamientos, es sacarlos al exterior de cualquier forma –hablar, escribir, llorar, ver fotos, ir al cementerio, escribir cartas–, aunque a veces también usemos la palabra “duelo” para referirnos al dolor y no por ello deje de ser exacto. Si no somos capaces de exteriorizar este terrible dolor, éste puede “enquistarse”. Cuando reprimimos las emociones y pensamientos asociados o los expresamos de formas insanas –por ejemplo abuso de fármacos, sustancias tóxicas, autolesiones–, estamos deteriorando nuestro autoconcepto, nuestro bienestar, nuestra salud mental y emocional.

La pérdida de alguien a quien queremos transforma irremediablemente nuestro mundo para siempre –reconstruyendo los significados de control, justicia, bondad–, y transforma también la definición que tenemos y hacemos de nosotros mismos –dejando de ser el “amigo de”, “la pareja de”, “el hijo de” o “el padre/madre de”.

Durante los procesos de duelo por los que todos y cada uno de nosotros nos vemos obligados a pasar y elaborar, nadie puede salir adelante por sí sólo de forma equilibrada. Es un momento en el que necesitamos el apoyo de los otros, de nuestras estructuras sociales e incluso de recursos comunitarios y asistenciales. La ausencia de estas redes de apoyo, sabemos que tiene claras repercusiones a nivel inmunológico como lo atestiguan las investigaciones de Adler y otros investigadores.

Tras la pérdida es necesario cuidarnos y dejar actuar el paso del tiempo. Es el tiempo y la ayuda de los nuestros lo que nos permitirá recuperar la esperanza, las ganas de vivir, y hacernos crecer como personas, puesto que al compartir nuestras historias con los demás, damos nombre y forma a los significados de nuestra experiencia vital. No obstante, no debemos olvidar que el duelo no es un proceso pasivo sino activo, ya que la persona lucha por adaptarse a una vida transformada por la pérdida. Es por este motivo que desde hace unos años, ya no hablamos de “fases del duelo” sino de “tareas del duelo”, es decir, si no trabajamos los pensamientos y emociones que desboca la pérdida, estos llegaran a bloquearse transformando el duelo en algo patológico.

ES NECESARIO EL DUELO?

El duelo afecta a cualquier individuo tanto en el ámbito psicológico como en el social, laboral o físico y, por tanto, causa una desviación importante en el estado de salud y del bienestar en la persona.
Trabajar el duelo significa trabajar un proceso dual: el proceso orientado a la pérdida (explorando y expresando el doliente sus sentimientos para intentar entender su sentido) y el orientado a la reconstrucción (centrándose en el hogar, trabajo, relaciones sociales, en su exterior).
Para recuperar este equilibrio tras la pérdida, es necesario realizar toda una serie de tareas con las que completar adecuadamente el duelo.

 

LAS CUATRO TAREAS DEL DUELO?

A nivel clínico, las tareas que toda persona debe elaborar tras experimentar una pérdida (por muerte, separaciones….) son:

  • Aceptar la realidad de la pérdida: Asumir la realidad de la pérdida lleva su tiempo puesto que no sólo implica asumir intelectualmente que la persona querida ya no volverá, sino que hay que aceptar también este hecho emocionalmente.
  • Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida: Nos referimos tanto al dolor físico como al emocional y conductual. Si no lo reconocemos y elaboramos se manifestará en síntomas físicos y/o conductas disfuncionales. “Antes o después, aquellos que evitan todo duelo consciente, sufren un colapso, habitualmente con alguna forma de depresión” (Bowlby, 1980).
  • Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente: Asumir que la pérdida implica importantes cambios en los roles que desempeñamos (vivir solo, ser cabeza de familia…). Redefinir la pérdida de forma que se revierta en beneficio se relaciona directamente con esta tercera tarea. La muerte también nos hace cuestionar el sentido de uno mismo, el cómo nos definimos y por tanto quiénes somos (“esposa de…”, “amigo de…”).
  • Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo: El duelo finaliza cuando en lugar de “renunciar” al fallecido, le encontramos un lugar apropiado en nuestra vida psicológica y emocional, un lugar que es importante pero que deja espacio a los demás.

 

DUELOS COMPLICADOS

Cuando alguna o varias de las tareas del duelo no se ha resuelto satisfactoriamente, se produce: “la intensificación del duelo al nivel en que la persona esta desbordada, recurre a conductas desadaptativas, o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución (…) (Esto) implica procesos que no van hacia la asimilación o acomodación sino que, en su lugar, llevan a repeticiones estereotipadas o a interrupciones frecuentes de la curación (Horowitz y otros,1980).
Suelen describirse cinco tipos de duelos complicados y todos ellos requieren la intervención de un profesional:

  • Duelo Crónico: Duración excesiva y no suele llegar a cerrarse. Para la persona significa no lograr “enterrar” al difunto.
  • Duelo Retrasado: La reacción en el momento de la pérdida es insuficiente, y tras una pérdida relativa, la persona experimenta los síntomas del duelo con excesiva intensidad.
  • Duelo Exagerado: Los síntomas, emociones y conductas que se experimentan tras la pérdida son excesivos e incapacitantes. Incluyen los trastornos psiquiátricos mayores.
  • Duelo Enmascarado: Se experimentan síntomas, emociones y conductas que ocasionan dificultades, pero sin asociarse a la pérdida.
  • Duelo Ambiguo: Situación en la que la pérdida no es clara (deterioro neuronal o estados de coma) o no puede cerrarse adecuadamente (el caso de las personas desparecidas donde falta un cuerpo al que dar sepultura).

 

INDICADORES DE DUELOS NO RESUELTOS

  • Tristeza vívida e intensa al recordar una pérdida pasada.
  • Un acontecimiento en principio irrelevante, crea una intensa reacción emocional.
  • Posesión de objetos simbólicos vinculantes al fallecido.
  • Síntomas somáticos e ideación hipocondríaca.
  • Evitación del ambiente físico y social compartido con el fallecido cuando estaba presente.
  • Cambio radical en el estilo de vida y relación.
  • Falsa euforia tras la muerte.
  • Larga historia de depresión subclínica marcada por la culpa persistente y una baja autoestima.
  • Compulsión a imitar a la persona muerta, identificándose proyectivamente con el fallecido.
  • Estimular los impulsos destructivos a partir de la situación de duelo no resuelto.
  • Tristeza inexplicable que se produce en cierto momento del año.
  • Fobia o miedo anormal respecto a una enfermedad o un tipo de muerte relacionada con aquella que causó la pérdida.
  • La falta de red social, si ha implicado también falta de apoyo en la elaboración de las pérdidas significativas, puede conllevar un duelo no resuelto.