Desamor y Ruptura

noviembre 13, 2014 5:58 pm

Tomar la decisión de romper una relación de pareja no es fácil. Nada fácil. Y para algunas personas todavía menos. En ocasiones, alguien es capaz de dar un paso al frente, hacer acopio de valor, esconder sus miedos en algún rincón y finalizar una relación que no es satisfactoria para nadie. Otras veces, la persona es lo suficientemente madura y equilibrada como para no abandonarse a la “irracionalidad” del amor y posicionarse fuerte en el “te quiero pero no me convienes”. Pueden suceder todas estas cosas y otras muchas más. Pero al final siempre hay un denominador común, el ser lo suficientemente fuerte como para aguantar las embestidas del duelo.

Actualmente, varios de mis pacientes se encuentran en ésta tesitura. Todos ellos se encuentran inmersos en relaciones no adecuadas. Relaciones que les dañan pero de las que no son capaces de salir. Y no es algo que me sorprenda. Pocas personas conozco que sean capaces de tomar una decisión así y afrontar el dolor que provoca. Porque no nos engañemos, aunque sea uno mismo el que decide que se quiere separar, nada nos salva del dolor de la pérdida. Y es aquí cuando llegamos, quizá, al punto más complicado. Mantenernos en nuestra decisión y no ceder a los impulsos de “recuperar lo perdido”.

Una correcta elaboración del duelo supone transitar por las cuatro tareas que Worden y Neymeyer nos proponen en sus modelos. La primera de estas tareas implica aceptar la realidad de la pérdida, tanto en su vertiente cognitiva como emocional. Implica ser capaz de resistirse a los envites que el dolor provoca y no dar marcha atrás. Tras una pérdida, muchos de nosotros intentamos recuperar aquello que hemos perdido. intentamos que nada cambie, que todo se mantenga tal y como estaba unos momentos, unos días antes. Peregrinamos al cementerio, o a los lugares importantes para la persona que ha fallecido. Revisamos los mails, los sms, releemos conversaciones mantenidas, miramos una y otra vez sus perfiles en redes sociales, sus fotografías… en un intento de atrapar y mantener a la persona. En estos primeros tiempos, el dolor de la pérdida es intenso, muy intenso. Y para intentar calmarlo nos convencemos que si conseguimos dar marcha atrás en el tiempo, sanaremos.

Nada más lejos de la realidad. Lo realmente importante en esos momentos, es recordar que la necesidad de regresar junto a la persona de la que nos hemos separado, forma parte del proceso de elaboración de duelo y, aunque duela, lo mejor que podemos hacer es no movernos, no hacer nada, seguir elaborando la aceptación de esa ruptura y, recordar, que poco a poco recuperaremos nuestra funcionalidad. A fin de cuentas, el miedo a la soledad forma parte del ser humano, pero ese miedo no implica incapacidad.

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