Trauma y EMDR
Matilde es una paciente que perdió a su marido tras un duro proceso oncológico. Hace poco a su hermano tuvieron que hacerle unas pruebas diagnósticas y Matilde creyó que podría tratarse también de cáncer. Su pánico se disparó, los pensamientos intrusivos invadían su mente, y durante varios días –hasta que no se descartó la posibilidad de que fuera un cáncer- las noches se convirtieron en un infierno al no poder conciliar el sueño y cuando lo hacía, no dejaba de tener pesadillos con su marido y su hermano pasando por el mismo proceso de quimioterapia, unidades de vigilancia intensiva y demás.
Frank hace poco más de medio año, estuvo a punto de perder a su hijo de 6 años por un encefalitis aguda. Vivió angustiosos momentos en urgencias y tuvo que vivir el devastador momento de esperar que su hijo superara las 48 horas cruciales que marcaban la diferencia entre la vida y la muerte. Actualmente está en terapia porque cualquier referencia a su hijo lo sobrepasa y bloquea.
Gloria sufrió durante su infancia y adolescencia los abusos sexuales de un familiar. A día de hoy, más de 30 años después, sigue siendo incapaz de enfrentarse a las relaciones sexuales de una forma saludable.
Todos y cada uno de estos pacientes sufren un Trastorno de Estrés Postraumático, cuyos criterios diagnósticos según el Manual Diagnóstico Psiquiátrico (DSM-V) son:
- Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
- Experiencia directa del suceso traumático.
- Presencia directa del suceso ocurrido a otros.
- Conocimiento de que el suceso traumático ha ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. En estos casos el suceso debe haber sido violento o accidental.
- Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso traumático (p. ej., socorristas que recogen restos humanos, policias expuestos a detalles de maltrato infantil).
- Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso traumático, que comienza después del suceso traumático:
- Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso traumático.
- Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso traumático.
- Reacciones disociativas en las que el sujeto siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático.
- Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
- Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
- Evitación persistente de estímulos asociados al suceso traumático, que comienza tras el suceso traumático, como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:
- Evitación esfuerzo por evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso traumático.
- Evitación o esfuerzo por evitar recordatorios externos que despierten recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso traumático.
- Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo asociadas al suceso traumático, que comienzan o empeoran tras el suceso, como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
- Incapacidad para recordar un aspecto importante del suceso traumático.
- Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el mundo (“estoy mal”, “no puedo confiar en nadie”, etc.).
- Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias del suceso traumático, que hace que el individuo se acuse a sí mismo o a los demás.
- Estado emociona negativo persistente.
- Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
- Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
- Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas.
- Alteración importante de la alerta o reactividad asociada al suceso traumático, que comienza o empeora tras el suceso, como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
- Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresa típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
- Comportamiento imprudente o autodestructivo.
- Hipervigilancia.
- Respuesta de sobresalto exagerada.
- Problemas de concentración.
- Alteración del sueño.
Y es que entre el 15 y el 30 por ciento de las personas que viven una situación traumática desarrollarán un TPET. Abusos sexuales, violaciones, asesinatos, atracos, accidentes de tráfico o accidentes violentos, robos, diagnósticos graves, etc., son vivencias que pueden ocasionarnos heridas psicológicas que, da igual cuanto tiempo haya transcurrido, siguen sangrando como si acabaran de suceder. Cuando vivimos un hecho traumático, el cerebro queda desbordado por lo sucedido y nos vemos incapaces de procesar, de digerir, adecuadamente la información sobre lo que ha sucedido como hacemos habitualmente. Nuestro cerebro se ve incapaz, con nuestros recursos habituales, de procesar la experiencia, y ésta queda aislada en nuestro cerebro lo que nos impide superarla.
Una vez tenemos claro que nuestros síntomas se relacionan con un Trastorno de Estrés Postraumático, ¿qué hacemos?
Existen dos tratamientos basados en la evidencia científica que son los tratamientos de elección para estos casos. Por un lado la Terapia Cognitiva Conductal, y por otro lado el EMDR.
Antes de clarificar la utilidad del EMDR (singlas en ingles para Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares), no está de más recordar que tanto la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), como la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobaron ya hace tiempo la terapia EMDR como efectiva para el TEPT. En concreto el texto de la OMS nos dice: “La Terapia Cognitiva Conductual focalizada en el trauma individual o grupal, el Reprocesamiento y Desensibilización a través del Movimiento Ocular (EMDR), o el manejo de estrés, deben ser consideradas para tratar adultos con TEPT”.
Bien. ¿Qué es el EMDR?. Básicamente se trata de un tratamiento que nos permite procesar los recuerdos traumáticos y por tanto lograr “digerirlos” de forma que se elimine la sintomatología asociada y comentada anteriormente.
Todo aquello que hemos pensado (las creencias), hemos visto, olido, las emociones que hemos experimentado e incluso aquello que sintió nuestro cuerpo en el momento de vivir el trauma, queda atascado en nuestro cerebro emocional de forma fragmentada, sin capacidad para integrar cada una de estas piezas del puzzle, y por tanto sin capacidad para darle sentido y procesarlo.
El EMDR trae al presente las experiencias que se tuvieron durante el momento traumático y mediante la estimulación bilateral (una de las fases del protocolo de trabajo) y la atención dual se logra una resolución adaptativa de la información almacenada de forma disfuncional en nuestro cerebro.
Las consecuencias de no haber sido capaz de poner en marcha todas las redes neuronales que nos permite el Procesamiento Adaptativo de las vivencias traumáticas implican afectaciones tanto de la salud y el bienestar como de la propia sensación de seguridad, al tiempo que llegamos a desarrollar toda una serie de creencias falsas y destructivas sobre nosotros mismos y el mundo del tipo “soy incapaz”, “no sirvo”, “no me quieren”, “no soy querible”, etc.
Gracias al EMDR podemos lograr en relativamente pocas sesiones –en función del tiempo de evolución del trauma y la complejidad de éste- una excelente resolución y readaptación de la persona, archivando adecuadamente la experiencia vivida y recuperando estilos más adaptativos de funcionamiento.
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